–Claves del caso para una autopsia psicológica–
10 de diciembre de 2019. En los aledaños boscosos del pantano de Susqueda (la Selva, Girona) fue hallado inerte, bocabajo, el cuerpo sin vida de Bartomeu Soler Casadellà, situado en una pendiente cercana a un árbol del que le colgaba una soga y tenía apuntalado en su tronco una escalera de madera de fabricación casera. Aparentemente, parecía que el hombre había sufrido un accidente fortuito al resbalar por la pendiente y que ello había interrumpido y frustrado el acto de suicidio por ahorcamiento que pretendía realizar. En su barraca encontraron una nota manuscrita, con fecha de 16 de noviembre, donde exponía que todavía le quedaban muchas cosas por hacer pero que estaba sufriendo mucho y las piernas no le aguantaban, y que quería irse con el Pelut –su difunto perro que tanto quería y añoraba. Era una nota escueta, que si bien tenía aires de despedida se quedaba un poco a medias, como también pareció quedarse a medias su suicidio.
La autopsia reveló que llevaba muerto una semana y que sufrió un infarto, debido seguramente a los problemas de corazón que padecía, lo que parecía contradecir el escenario de la muerte y la nota de despedida, pues descartaba cualquier causa accidental u otras posibilidades de suicidio –a las que más adelante me referiré. Si bien es cierto que, ante un corazón débil, el hecho de exponerse ante una situación de vértigo como es el ahorcamiento podría incrementar el riesgo de sufrir un paro cardíaco, estaba claro que el destino fue caprichoso si, justo en el momento en que Bartomeu pensaba suicidarse, le “descargó” de tal acometida con un infarto de lo más oportuno, teniendo en cuenta que la muerte no viene cuando uno la llama, pues tiene predilección por acudir al evento de la vida como invitada sorpresa.
En el ámbito de la criminalística una muerte se conceptúa como equívoca o dudosa cuando la causa originaria –o modo de la muerte: homicidio, suicidio, accidente o muerte natural– no está clara y se han revelado ineficientes los métodos científicos para determinarla, debiendo acudir a la autopsia psicológica para precisarla o, al menos, descartar alguna de dichas causas. Así, hablamos de autopsia psicológica cuando realizamos un estudio de la personalidad y vida de la víctima, sobre todo en los momentos más cercanos a su muerte. Como su nombre indica se trata de un examen o disección psicológica post mortem de la persona fallecida, lo que exige una exploración retrospectiva de sus hábitos y rutinas, sus pensamientos y su estado anímico, y un análisis de las últimas relaciones interpersonales –sean de carácter sentimental, familiar, social o laboral– y de los lugares que últimamente haya frecuentado. Su principio básico es que la víctima deja una “huella” o “evidencia” psicológica en la escena de la muerte, en los espacios que habitó o frecuentó y en sus obras. En el caso de Bartomeu, la autopsia psicológica no se llegó a realizar nunca y solo constó, oficialmente, la causa de muerte natural por afección cardíaca –según el informe de autopsia del médico forense–, siendo este caso paradigmático, pues se llegaron a barajar las cuatro causas o modalidades posibles, entre ellas el homicidio. Sí, tienen derecho a asustarse, pues, como más adelante veremos, la muerte de Bartomeu es un pequeño capítulo en el largo historial del horror que alberga el pantano de Susqueda, donde se han dado cita numerosos suicidios, asesinatos y escenas secundarias del crimen –ocultamientos de cadáveres.[1] Bartomeu fue una pieza clave de un doble crimen que se perpetró en verano del 2017, pero no nos adelantemos. Empecemos por preguntarnos ¿Qué hacía Bartomeu Soler en el pantano?
Bartomeu Soler vivía desde hacía cinco años como eremita en pleno bosque, en el mismo lugar donde se le encontró difunto, donde habitaba en una barraca de madera que él mismo –de profesión ebanista– se había fabricado. Tenía gran afición por la naturaleza y siempre había tenido en mente dejar la civilización para vivir en comunión con ella. Años atrás, antes de morar entre maleza, residía solo en la ciudad de Girona cuando su perro murió y le dejó enormemente afligido –afirmaba que “lloró más por él que por toda de su familia”–, decidiéndose entonces por empezar su nueva vida de liberación personal en las tierras salvajes que rodean el pantano. Ahí fue testigo del sosiego y, a la vez, de la crudeza de la vida, mientras poco a poco envejecía y su salud perdía fuelle, viendo como poco a poco se sucedían con más regularidad ciertos episodios leves de afección cardíaca. Muy probablemente Bartomeu Soler murió de un paro cardíaco, sin embargo, hay formas de suicidio que provocan un paro cardíaco e intentos de homicidio que terminan en infarto de la víctima y convierten la intención del agresor en mera tentativa. La verosimilitud nos dice que el fallecimiento de Bartomeu podría haber llegado sin más, sin otra causa que el propio estado de salud del ermitaño, pero esto, queridos lectores, ya lo sabemos y las autopsias psicológicas tratan de ir mucho más allá… Vamos seguidamente a revelar algunas claves que no permiten descartar del todo el suicidio o un intento de homicidio como causas de su muerte.
[1] Muchos de estos casos son muy bien descritos por SOLER, TURA en su libro El pantà maleït (A orillas del pantano en su versión castellana), el cual se ha referenciado en la bibliografía de este artículo.
SUICIDIO
El “efecto Werther” o “efecto copycat”
El ser humano toma ejemplo de su experiencia y actúa conforme a ella, escogiendo las vivencias más reveladoras para ir calzando traviesa tras traviesa, los rieles de la vida. En relación con la muerte, igual que se copian las formas, procedimientos y herramientas para matar y/o evitar ser descubierto (simulando un suicidio para ocultar un asesinato, por ejemplo), también se copian los elementos para morir en los casos de suicidio real (“efecto Werther”). A colación, es interesante destacar el caso de Thomas Hickman, rememorado en primera persona por GARRIDO, VICENTE en su libro “Perfiles criminales”:
Hace algún tiempo tuve la oportunidad de leer una muy curiosa noticia publicada en The Daily Telegraph, el 18 de julio de 2008. Su título era: «La serie de televisión CSI ayuda a resolver el misterio de una muerte». Su contenido narraba los siguientes hechos. Lo que al principio se encontró la policía sugería claramente un escenario de homicidio, al estilo de una ejecución mafiosa: un hombre llamado Thomas Hickman yacía con un tiro en la nuca y con la boca tapada con cinta adhesiva en un lugar remoto del estado de Nuevo México (EE.UU.). Sin embargo, había algo más que resultó extraño a los investigadores: a unos metros del cadáver había varios globos deshinchados, enredados en un cactus… y una pistola estaba atada a las cintas de los globos.
Entonces ocurrió que los fans de la serie policíaca CSI, cuando vieron la noticia en televisión, recordaron que un episodio emitido en 2003 contenía una historia muy similar: un suicida había hecho desaparecer de la escena forense la pistola con la que se mató haciendo que el viento se llevara muy lejos el arma, gracias a que previamente el suicida la había atado a unos globos. Docenas de los seguidores de CSI llamaron a la policía para que vieran ese episodio en particular. El teniente Rick Anglada, de la policía estatal, declaró que no tenía conocimiento de que el episodio de CSI hubiera presentado esa historia hacía ya varios años. Así que, un mes más tarde de descubrirse el cadáver del señor Hickman, el teniente consiguió ese episodio y lo vio.
¿Qué había sucedido en el caso real protagonizado por Tom Hickman? Al igual que el suicida ficticio de CSI, él había pretendido lo mismo, pero —de acuerdo con el teniente Anglada— el día era muy ventoso, y cuando soltó los globos con el arma, el viento hizo que éstos se desplazaran cerca del suelo, con el resultado de que se enredaron en un cactus y explotaron.
Luego aparecieron otros signos que apuntaban hacia un suicidio, en vez de un homicidio. Uno era que no se hallaron rastros de que hubiera habido pelea, ni en el lugar de los hechos ni en el cuerpo del difunto. Otro fue que en el garaje del domicilio de Hickman se encontró una herramienta que podía haber servido perfectamente para quitar el seguro de la pistola, en la esperanza de hacerla más ligera y facilitar así que surcara los cielos con más facilidad. Una tercera pista fueron las facturas que revelaban que el difunto había comprado tanto los globos como la pistola. Una cuarta consistió en una carta que dejó a su familia con instrucciones a seguir «en caso de que algo le sucediera».
Pero lo realmente definitivo para que ese aparente homicidio revelara su auténtica identidad de suicidio fue el hallazgo de un seguro de vida por valor de 400.000 dólares en el que aparecía como beneficiaria su mujer. Si el hombre moría debido a un accidente, esa indemnización se doblaba. Pero en caso de suicidio —por razones obvias—, no habría ni un solo dólar de beneficio.
Aconitum napellus
En el caso del hombre del pantano, su fuente de inspiración fueron los rumores que envolvían la misteriosa muerte de Lluís Maria Xirinacs, siendo el prestigioso y aclamado forense Narcís Bardalet quién llevó su autopsia. Xirinacs fue un religioso y político catalán que decidió morir en el Coll de la Tuta, cerca de Ogassa (Pirineo catalán), en plena naturaleza y encomendándose a Dios. Apareció tumbado en el suelo, sin signos de violencia ni una causa de muerte aparente. Tenía en su bolsillo una nota de suicidio y había dejado otra en su despacho de Barcelona. En el relato de dicho caso, el forense sugiere que Xirinacs pudo no morir por causas naturales –siendo la muerte natural la versión oficial que se firmó–, sino por la ingesta de alguna seta o planta venenosa. Bartomeu, gran conocedor de botánica y de las propiedades de muchas plantas iba un paso más allá y sugería que Xirinacs podía haber consumido una planta mortal: la tora azul o Aconitum napellus.[1] Toda la planta, y especialmente la raíz, contiene un alcaloide particularmente tóxico: la aconitina, sustancia que actúa sobre las terminaciones nerviosas, bastando 2 mg para provocar la muerte de un ser humano adulto por sobreexcitación del sistema nervioso, causando excitación generalizada, espasmos, náuseas, hipotermia, bradicardia y paro respiratorio, y sin dejar rastro toxicológico alguno en el organismo. Paradójicamente, en dosis homeopáticas, dicha sustancia tiene efectos beneficiosos para la salud y sirve para tratar diferentes dolencias, como pueden ser las crisis cardiovasculares –angina de pecho, taquicardias o crisis hipertensivas– que se manifiesten de forma sobreaguda, intensa y acompañadas de miedo, agitación y ansiedad. El Aconitum napellus es especialmente indicado para superar procesos psicológicos traumáticos y experiencias cercanas a la muerte que producen una intensa agitación, ansiedad o miedo y que agudizan los síntomas cardiovasculares.
Curiosamente, Bartomeu padecía problemas cardiovasculares diagnosticados médicamente, pudiendo la famosa planta serle de buena ayuda para superar puntualmente sus dolencias. Sin embargo, Bartomeu empezó a reiterar con cada vez más asiduidad su voluntad de “irse” y, quizás teniendo en mente el caso “Xirinacs”, podía pensar en el uso de esa planta como una óptima solución. Bien, esa planta u otras… pues en palabras del mismo Bartomeu: «sin tener que ir tan lejos por aquí hay plantas que podrían tener el mismo efecto». Normalmente, la idea del suicidio va relacionada con procesos de miedo, agitación y ansiedad a nivel extremo, siendo el Aconitum napellus una cura vital o mortal, eficaz, en todo caso. Que Bartomeu fuera un ermitaño que vivía inmerso en la naturaleza y aparentemente rodeado de extrema paz y tranquilidad no quiere decir que no pudiera padecer dichos estados, evidentemente, pudiendo incluso sufrir un proceso traumático que atenazaba enormemente su rutina diaria de tranquilidad aparente. El ermitaño manifestaba que sus problemas de salud se agudizaban y le impedían llevar la vida que quería, añadiendo el dato de la pérdida de su perro años atrás, hecho que le sumía en una profunda tristeza y soledad. ¿Pero había algo más? A pesar de sus frecuentes deseos de quitarse la vida, reiteraba que un hecho determinante le frenaba, a modo de espina clavada que le impedía “irse” de este mundo y que condicionaba su existencia.
[1] De especies de acónito hay unas 330 en el mundo. La más peligrosa se encuentra en la India (Aconitum ferox). En el Pirineo hay tres: A. napellus (tora azul), A. antora (tora amarilla) y A. vulparia (tora pirenaica). La azul es la más abundante y en Catalunya se extiende desde la Vall d’Aran y la Alta Ribagorça hasta la Cerdanya, el Ripollès, la Garrotxa, el Conflent y el Vallespir. Etimológicamente, “aconitum” puede relacionarse con la palabra “akontion” (dardo), por el uso que le daban los pueblos bárbaros al envenenar sus flechas con su toxina; aunque podría derivar también del griego “akon” que significa “de piedra o de roca”, dado que la planta crece entre rocas. Ahora bien, en relación con la palabra “napellus” (pequeño nabo), ésta hace mención a la forma de la raíz.
El doble crimen del pantano
La espina clavada era el supuesto deseo de resolver el doble crimen perpetrado el 24 de agosto de 2017 en el embalse de Susqueda, donde fueron hallados los cadáveres de dos jóvenes del Maresme, Marc y Paula, quienes, mientras hacían una excursión por el mismo pantano para buscar donde adentrar su kayak fueron mortalmente tiroteados apenas llegado el mediodía, hundiendo el asesino sus cuerpos en el agua para procurarse mayor impunidad. El doble crimen permanece aún sin resolver. Bartomeu Soler fue el primer sospechoso y testigo clave, quien, tras descartarse su autoría, colaboró en la captura del presunto asesino, Jordi Magentí, un vecino de Anglès –éste mismo había facilitado a Bartomeu su dirección domiciliaria para que se la diera a la policía. Y así lo hizo y, a resultas, Magentí permaneció casi un año en prisión preventiva antes de ser liberado por falta de pruebas. Si se descartaba a Bartomeu como autor, estaba claro que un asesino andaba suelto y el eremita, que se había convertido en el mayor confidente de los periodistas y la policía, podía ser un escollo muy inoportuno. Antes de la autopsia, una muerte por homicidio no podía ser ni mucho menos descabellada, pero descartado cualquier signo de violencia física en su cuerpo, ésta se desvanecía, dejando al aire la hipótesis –poco probable, todo sea dicho– de que Bartomeu pudiera tener un enfrentamiento o encontronazo psicológicamente violento con alguien y esa situación estresante lo llevara a padecer el infarto mortal. Incluso podría haberse dado el caso que la escena donde se le encontró no fuera la escena primaria de su muerte, pudiendo haber sido trasladado hasta su refugio. En todo caso, la verdadera relevancia de las muertes de Marc y Paula tiene que ver con el impacto psicológico que dejó en Bartomeu. Si bien afirmaba que se encontraba “atrapado al pantano” y que no podía irse hasta que no se resolviera el caso, porque no quería que nadie pensara que él tenía relación, precisamente, parece que sus ideas suicidas surgieron –o tomaron fuerza– a raíz de ese doble crimen. Eso sí, Bartomeu siempre manifestó que no presenció nada –y tampoco se pudo demostrar lo contrario. Sin embargo, decía tener un secreto que lo atormentaba, pero que jamás llegaría a contar. ¿Ese secreto tenía relación con el doble crimen? ¿O era otra cosa?
Tanto Xirinacs como Bartomeu murieron cuando lo decidieron, sin que oficialmente se decretara su suicidio. En plena naturaleza. Los dos contaban con notas de despedida e incluso Bartomeu preparó la escena con escalera y soga. Pero entre esas similitudes hay una diferencia notable, Xirinacs no era una pieza clave de ningún asesinato sin resolver. Si bien la autopsia psicológica se utiliza principalmente para describir aspectos vinculados a un modo de muerte, para determinarlo o descartarlo, esa investigación que persigue adentrarse en la psique de la víctima puede además resultar especialmente idónea para arrojar luz a otras cuestiones, como en este caso son los sucesos criminales no resueltos y que están intrínsecamente relacionados o tienen una fuerte vinculación con dicho deceso ulterior –léase el caso del asesinato de Helena Jubany, en el que una testigo clave y sospechosa del crimen, Montse Careta, se suicidó mientras estaba internada preventivamente en una prisión catalana, debido a los fuertes estados psicológicos a los que se veía sometida. A pesar de que ese suicidio era claro, la autopsia psicológica se quedó en el tintero, si es que alguna vez estuvo en él, y, por ende, esa muerte no pudo servir para ayudar a resolver el crimen de la bibliotecaria u ofrecer, como mínimo, más datos.
En el caso del doble crimen de Susqueda, esa investigación –en sede judicial– no se llevó nunca a cabo y por lo tanto no se incorporaron como prueba las numerosas notas de Bartomeu sobre los vehículos de los visitantes del pantano, como tampoco fueron judicialmente analizados los enseres del difunto, ni sus actos o quehaceres en los días anteriores a su muerte. Bartomeu tenía una lucha interna entre “irse” y quedarse, con un secreto que le atormentaba y que no quería contar. De hecho, la última vez que pudo hacerlo fue precisamente el día 23 de octubre de 2019, un mes antes de morir, mientras comía en un restaurante de la zona con su periodista confidente, Tura Soler, y un par de policías, a quienes solo les reiteró que aún no se podía “ir” por estar todavía en el aire los interrogantes del crimen de esos pobres chicos, a los que él pretendía o deseaba dar respuesta.
Desconocemos si el secreto de Bartomeu podía ser una llave para abrir ciertos caminos que hoy en día son inescrutables y que con el tiempo se ocultan cada vez más entre la maleza del olvido. La impunidad de ese doble crimen perpetrado en agosto de 2017 pesa como una losa, y ante la ausencia de pruebas es necesario agarrarse a todo cabo suelto para tirar de él. De ahí la importancia en ciertos casos de poder incorporar en sede de instrucción penal una autopsia psicológica de alguien que jugaba un papel clave, estudiando con detenimiento y sin prejuicios toda la información disponible, prestando gran atención a las claves del contexto en el que sucedieron los hechos e incorporando todos los interrogatorios posibles de las personas que tuvieron o pudieron tener un potencial contacto con la persona fallecida en los últimos momentos –ciertamente, en el campo judicial aún queda mucho camino por recorrer para introducir las autopsias psicológicas, pero eso ya es otro tema que no trataremos ahora. En este caso del doble crimen de Susqueda hay que aplaudir –como no todos han sabido hacerlo– la persistencia, profesionalidad y puesta en peligro de una periodista –Tura Soler– que, con su investigación y dedicación, asumió grandes riesgos e invirtió mucho tiempo para, cuanto menos, ofrecer datos muy preciados y mantener en pie de actualidad un caso de lo más empantanado, y nunca mejor dicho.
Las extrañas circunstancias y la escenificación de la soga colgando del árbol envolvieron una misteriosa muerte cuya causa podría ser menos clara de lo que oficialmente constó y que, a colación, se llevaba un secreto “al otro mundo”. Por cierto, Bartomeu tenía una foto en su cabaña de una joven que había trabajado con él en su taller y apreciaba muchísimo –curiosamente guardaba un parecido razonable con Paula Mas, la víctima del doble crimen del pantano. El 15 de septiembre de 1999 ella murió de un accidente de coche, a causa de la intensa lluvia que cayó el mismo día en que un avión de 236 pasajeros se fracturó en tres partes mientras aterrizaba en Vilobí d’Onyar sin dejar ninguna víctima. Luego, pocos años más tarde, el padre de la chica mataría a la madre. Pero todo ello parece ser harina de otro costal, ¿no? Bueno… para eso están las autopsias psicológicas… Si las causas físicas son fundamentales para dilucidar los hechos que nos suceden, las causas psíquicas, además de coadyuvar a determinarlos, son esenciales para comprenderlos. Y, recuerden, las personas, a veces, hablan más estando muertas que en vida.
Jordi Saurina Cros
Profesor de derecho e investigador en psicología criminal e inteligencia emocional
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:
BARDALET, Narcís y SOLER, Tura. El que m’han ensenyat els morts, per entendre millor la vida. Ed. Fundació privada Dalmatius Moner.60. Santa Coloma de Farners, 2018.
GARRIDO, Vicente. Perfiles criminales. Editorial Ariel. Barcelona, 2012.
PUJOL, Clàudia. En l’escena del crim (cap. “Ogassa, 2007”) [págs. 187-207]. Columna Edicions. Barcelona, 2010.
SOLER, Tura. El pantà maleït. Les morts de Susqueda. Editorial La Campana. Barcelona, 2021.
TORRES VICENT, Rodrigo I. Autopsia psicológica. Evaluación crítica y su aplicabilidad en el ámbito forense. Anuario de Psicología Jurídica, Volumen 17, año 2007. Págs. 111-130. ISSN: 1133-0740.
Noticias del diario El Punt Avui:
https://www.elpuntavui.cat/punt-divers/article/4-divers/1711281-la-mort-d-en-bartomeu.html
https://www.elpuntavui.cat/punt-divers/article/4-divers/1361613-l-habitant-del-panta.html
https://www.elpuntavui.cat/punt-divers/article/4-divers/1941578-susqueda-notes-postumes.html
https://www.elpuntavui.cat/punt-divers/article/4-divers/1838841-susqueda-els-interrogants.html
https://www.elpuntavui.cat/punt-divers/article/4-divers/2105184-odissea-a-susqueda.html
https://www.elpuntavui.cat/punt-divers/article/4-divers/2122051-una-tomba-a-susqueda.html
Otras noticias y artículos:
https://www.vilaweb.cat/noticies/entrevista-tura-soler-llibre-panta-susqueda/
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