Sonia Ruiz del Valle, Criminologa del https://laboratoriopericialforense.com/

En los tiempos en los que estamos, el crimen organizado ha dejado de ser una estructura rígida y territorial como lo conocemos.

Las clásicas mafias como la Cosa Nostra o los cárteles de droga mexicanos aún existen, pero han mutado, ya que actualmente, los grupos criminales actúan como una empres globalizada ya que usan tecnología de punta, operan en red y han diversificado sus actividades más allá del narcotráfico. La evolución es clara. Pasamos de la mafia tradicional a un nuevo concepto llamado narco 4.0.

El “narco 4.0” no es solo un traficante con armas, es también un programador que maneja criptomonedas, un financiero que lava dinero a través de empresas fachada o un experto en drones que vigila rutas desde el cielo. Esta nueva criminalidad se mueve por internet, utiliza redes sociales para captar a menores, drones para transportar pequeñas cargas ilegales y malware para chantajear empresas y gobiernos.

El crimen organizado moderno ha incorporado diversas herramientas tecnológicas que potencian su capacidad operativa a nivel global. Las criptomonedas y la tecnología blockchain facilitan transacciones anónimas y difíciles de rastrear, lo que las convierte en un recurso ideal tanto para el lavado de activos como para el pago de servicios ilegales. 

 

Por otro lado, el uso de drones y tecnología satelital permite a estas organizaciones llevar a cabo tareas de vigilancia de rutas de tráfico, operaciones de contrainteligencia y transporte de pequeñas cargas ilícitas incluso en zonas con alta presencia policial. Además, las redes sociales y aplicaciones de mensajería cifrada se han transformado en canales eficaces para reclutar nuevos miembros, extorsionar, comercializar productos ilegales e incluso captar menores en situación de vulnerabilidad. La dark web y la deep web ofrecen plataformas ocultas donde se trafican drogas, armas, datos personales y otros servicios criminales bajo completo anonimato. Asimismo, el cibercrimen, en particular mediante ataques de ransomware, se ha convertido en una herramienta frecuente: las bandas criminales atacan infraestructuras digitales de empresas o instituciones gubernamentales, exigiendo rescates en criptomonedas difíciles de rastrear. Finalmente, el uso de empresas fachada y el aprovechamiento de paraísos fiscales siguen siendo prácticas habituales para el blanqueo de capitales, la financiación de actividades ilícitas y la evasión de controles regulatorios internacionales.

Frente a esta transformación del crimen organizado, las respuestas tradicionales ya no son suficientes, ahora se necesita entender cómo piensa, cómo operan y cómo se esconden estas nuevas redes delictivas.

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